
El Colibrí es una extraordinaria criatura cuya existencia misma es fuente de fascinación e inspiración. Bello, valiente, hasta fiero, y sobre todo, constante en su búsqueda del dulce néctar que sólo se encuentra en lo profundo de cada flor.
En México, donde invernan muchas de las más de 300 especies del colibrí, se le ha reconocido desde la época precolombina como mensajero espiritual; símbolo de vitalidad, ingenio y posibilidad divina.
Sus plumas decoraban los escudos aztecas, dándole valor y protección a los guerreros. El colibrí transportaba las almas de los guerreros caídos, lo cual podría explicar por qué en sus míticos encuentros con el Coyote, a pesar de las diferencias de tamaño y “equipamiento bélico”, el Colibrí sale victorioso.

Tótem Colibrí
Reflexionemos por un momento en esta maravilla. El colibrí tiene la proporción corazón-cuerpo más grande de todo el reino animal. Su corazoncito late hasta 1200 veces por minuto. Tiene la proporción cerebro-peso corporal más alta de todas las aves, a pesar de ser la más pequeña de ellas. Sus alas, que baten 50-200 veces por segundo están configuradas para moverse describiendo el número 8, permitiéndole volar hacia delante, atrás, arriba, abajo, a los lados, ¡hasta de cabeza! Además de mantenerse volando suspendido en el aire.
En SPANDA, elegimos el colibrí como animal de poder especial para todos los estudiantes y buscadores. El néctar es, por supuesto, el alimento del espíritu; el tipo de conocimiento que rara vez se encuentra en la superficie, pero que está en lo profundo de muchas fuentes.
Agradecemos el ejemplo de vitalidad y movimiento del colibrí, su capacidad de quietud en el instante. Admiramos su enorme variedad, su intrépido arrojo y cómo, en bellísimos destellos iridiscentes, nos permite un vistazo de lo Divino.
El colibrí tiene una vista muy aguda que abarca el espectro ultravioleta. Como requiere comer dos veces su peso corporal cada día, está en constante búsqueda de néctar, llegando a conocer la ubicación de cada una de las flores de su territorio así como el intervalo que debe transcurrir para que cada una de ellas recupere su nivel de néctar entre una y otra visita.
Por su inspiración para esforzarnos pero canturreando, para danzar, volar y amar la vida.
La invitación es a abrir nuestros corazones y nuestros ojos para que, más allá de los altibajos, sintamos y veamos las bendiciones, gustemos la dulzura, disfrutemos las sorpresas y milagros, uno de los cuales es el colibrí mismo. ¡Y otro, tú!
¡Que la gracia, la fuerza, belleza y magia del colibrí orienten nuestra jornada!